Es difícil de creer que aún existan en el mundo hombres y mujeres que consigan sus alimentos a través de la caza y recolección. En este mundo globalizado - donde la mayoría de personas viven en ciudades y se abastecen de los alimentos que compran en los mercados y supermercados- existen zonas (desiertos, selvas tropicales y regiones circumpolares) donde habitan cazadores y recolectores. No, no son seres humanos que se han quedado estancados en el tiempo, viven en el hoy, con presiones políticas y económicas sobre su territorio, muchos viven al lado de pueblos agricultores o pastores y muchos se han ido, dejando todo para empezar una vida en la ciudad, pero otros han vuelto.
La caza y
recolección es la forma más antigua de subsistencia que tuvo el ser humano; se
trata de un conocimiento basado en la observación, el olfato, el oído, casi
todos los sentidos puestos en el entorno a la hora de conseguir alimento. Son
expertos en su medio ambiente, poseen un conocimiento que pasa de generación en
generación a través de la oralidad y la práctica. Los antropólogos culturales
dividen en dos grupos principales a los cazadores-recolectores: los que habitan
en climas templados y los que viven en las regiones frías.
La Revista
National Geographic hizo en el 2009 un reportaje sobre uno de estos grupos: los
Hadza, una etnia que vive en el norte de Tanzania. Es muy interesante lo que
nos cuenta este reportaje sobre ellos y a la vez, nos hace pensar sobre cómo
nosotros, hombres y mujeres de ciudad conseguimos el alimento diario y cómo
está hecha nuestra propia cultura. Los Hadza a diferencia de nosotros, no
cuentan los días, no poseen un calendario ni tampoco saben cuántos años tienen.
Tampoco saben qué hay más allá de su selva y por eso la conocen muy bien,
conviviendo “sin problema” con leones, hienas y demás animales de la fauna
africana.
Muchos
pensarán que la gente que lleva este tipo de vida es belicosa, salvaje o que no
tiene control sobre sus actos y pasiones, pero los Hadza son todo lo contrario:
son pacíficos, comparten el sustento diario con quien lo necesite y las mujeres
no se encuentran sometidas a la subordinación. Cuando les preguntan a los niños
Hadza qué piensan de la escuela, ellos no se muestran animados en ir, porque
creen que llevar una vida en la ciudad les impediría aprender lo que se
necesita para sobrevivir. Para estos niños, las mujeres y los hombres que se
mudan a la ciudad, generalmente consiguen un trabajo de poca importancia,
viviendo en el desamparo y la marginación; los niños Hadza prefieren la selva.
La dieta
de los Hadza consiste en lo que se pueda conseguir en un día de caza y
recolección. Los hombres cazan y las mujeres recolectan. Esta división de
género es muy común entre los pueblos con este modo de producción, pero no sólo
hay tareas por género sino también por “edad”. Cada quien cumple su rol y al
parecer, lo aceptan sin cuestionamientos. Las mujeres Hadza aportan las frutas
y los tubérculos y extraen la pulpa del fruto del baobab; este fruto es rico en
vitamina C, vitamina B1, B2 y B3, en calcio, fósforo y potasio. Los hombres
Hadza recolectan miel y se encargan de la cacería, esta actividad es por lo
general solitaria y frecuente, es más bien la cacería en grupo la que ocurre
sólo unas pocas veces al año, en donde los hombres se juntan para cazar
papiones a los cuales consideran un manjar; el papión, conocido también como
babuino, es un primate que habita principalmente en el continente africano.
Entre otros animales que cazan están los ñus, jabalíes, búfalos, cebras, etc.
La excepción en la dieta Hadza son las serpientes, pero el autor no nos cuenta
a qué se debe esta prohibición. Todas las sociedades del mundo tienen algún tabú
respecto a qué cosas no comer, investigando profundamente el origen de algún
alimento tabú podemos llegar a comprender por qué es que se prohíben. La
religión hindú por ejemplo, prohíbe comer carne de vaca, pero ese caso lo vamos
a tocar con más detalle en otro post y así vamos a poder comprender mejor el
tema del tabú alimentario.
Mujeres Hadza extrayendo la pulpa del fruto del baobab. |
Volviendo
a los Hadza, el autor nos cuenta que cuando un cazador retorna con una presa,
debe compartirla con todos los miembros de su comunidad, ya que para ellos, una
buena cacería depende mucho de la suerte y creen que hasta los mejores
cazadores pueden permanecer largo tiempo sin conseguir presa alguna, por eso la
humildad debe estar presente entre todos los cazadores.
La carne
obtenida se coloca directamente al fuego, sin recipientes de por medio. Las
mujeres se encargan de cocinar principalmente, pero los hombres también ayudan
a despellejar el papión recién cazado. Cuando llega la hora de comer, todos se
amontan, agarran y cortan la suculenta carne, que comen con placer hasta romper
los huesos, chupando el interior. Luego, la grasa que quedó en las manos se la
frotan en la piel para humectarla. La cabeza del papión es reservada para el
anciano de la comunidad, el cual come los ojos, las mejillas y los sesos
cocidos, estos últimos se comparten con los demás hombres del grupo.
Papíón |
Muchas
personas creen que grupos como los Hadza están desnutridos, pero en realidad es
todo lo contrario: cuentan con proteínas animales y vegetales, carbohidratos y
grasas, todos los macronutrientes necesarios para estar sanos. Todas las formas
de producción del mundo, ya sea la agricultura intensiva o extensiva, la caza,
la recolección y el pastoreo tienen ventajas y desventajas, todas estas formas
de producción están sujetas a sequías, plagas, aumentos de temperatura,
disminución de la precipitación, etc.
Los eventos climáticos actuales están cambiando el destino de muchas
personas, muchos agricultores en todo el mundo están perdiendo sus cultivos, y
qué está pasando y qué pasará con los Hadza no lo sabemos. Pero es importante
tener presente que un grupo de seres humanos, que vive casi exclusivamente de
lo que su entorno natural ofrece, está ahí afuera, en la selva de África y que
son los poseedores de un conocimiento que es importante preservar y estudiar.
Es necesario no olvidarnos de hacer fuego, o de orientarnos con los astros,
¿por qué no se enseña esto en las escuelas como materias obligatorias? No se
trata de volver al pasado, sino de no olvidarnos ciertos conocimientos útiles
que nos ayudaron en el camino.
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