Para las antiguas poblaciones del
Perú los alimentos tuvieron un origen celeste y a partir de ello se
construyeron los mitos alimentarios. El antropólogo peruano Román Robles nos
dice: “ El mito viene a ser una literatura de las sociedades y culturas ágrafas
(sin escritura), un arte de narrar acontecimientos preconcebidos, con el
propósito de que toda la comunidad internalice y haga suyo el relato como una
verdad heredada de los antepasados, que contribuye a dar coherencia a la forma
de vida que practican”. [1]
Debemos comprender que las diversas
culturas del antiguo Perú tenían entre sí diferentes modos de vida. Si bien
había contacto entre ellas, cada una constituyó un universo diferente, tenían por ejemplo, distintos modos de producción, en la costa se había creado un sistema alimentario distinto del andino y no solo eso, incluso entre las mismas poblaciones costeras habían muchas diferencias. Todo aquello llevó a los actores sociales a construir
roles diferentes, pero también creencias diferentes, y es por ello que
observamos diversas versiones de mitos. Los mitos serranos difieren muchas
veces de los costeños y éstos de los amazónicos. Pero hay algo en común entre todos
y es, como mencionamos más arriba, el origen celeste de sus alimentos. Posteriormente, se han ido
añadiendo elementos nuevos a la estructura de los mitos andinos, ya no solo los
alimentos nativos eran los protagonistas, en la época colonial y republicana los
alimentos provenientes de Europa como las habas y el trigo ocupaban también una
plaza especial[2].
Es a través de los cronistas que más o menos podemos llegar a conocer la mentalidad indígena y la relación que guardaban con la alimentación. Fue el padre catequizador Teruel quien recoge
el mito de Vichama, éste es reproducido en la crónica del padre Antonio de la
Calancha. Muy similar a los mitos griegos, los mitos andinos hablan de disputas, celos, engaños, pero también de alegrías y dichas entre los dioses y los seres humanos. Siendo el mito de Vichama uno de los más importantes en el ámbito andino, ya
que refiere al origen de la agricultura en la costa, creemos que vale la pena contarlo brevemente y es más o menos como sigue:
Pachacamac
decidió un día crear a un hombre y a una mujer, una vez concluida su obra, no se ocupó más. Aquellos pasaron
hambre, el hombre murió, y la mujer sobrevivía con lo que podía. Desfalleciendo ésta y alimentándose con las pocas raíces que encontraba, reclama al Sol
su hambruna y desventura. Apiadándose el dios y consolándola con palabras
amorosas, le dijo que no se preocupara y que continuase sacando raíces. Ocupada
la mujer en su quehacer, le infundió sus rayos el Sol y concibió un hijo, que
al cuarto día parió con gozo y vio segura su ventura y amontonadas sus comidas. Pero el dios Pachacamac enfurecido y celoso, viendo la adoración al Sol, cogió al
recién nacido semidiós Vichama y lo mató despedazando en menudas partes a su hermano[3].
Pachacamac, para que nadie nunca más se quejase de que no había alimentos y se
volviese pedir ayuda al Sol, sembró los dientes del difunto de los cuales nació
el maíz, sus granos son similares a dientes. De las costillas y lo huesos
nacieron las yucas, raíz que por su largo y color asemejan huesos, y de éstos
nacieron también las demás raíces. De su
carne procedieron los pepinos y pacaes. Desde entonces no se conoció hambre ni
lloraron necesidad, debiendo al Dios Pachacamac el sustento y la abundancia.
Vichama. |
El mito continúa ya con una serie
de venganzas entre estos dioses, pero hemos querido enfatizar la parte del origen alimenticio. Para leer el
mito completo puedes hacer clic aquí:
http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Mitos_de_Pachac%C3%A1mac
http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Mitos_de_Pachac%C3%A1mac
En los andes, los mitos
alimentarios hacen casi siempre una vinculación con el cuerpo humano, "...de los
ojos, las papas y ollucos; de los dedos, las ocas y mashuas.”[4]. Para los pueblos andinos, el entorno y el ser
humano no estaban separados. La
naturaleza les hablaba a través de formas y colores, ella dejaba trazas y signos para guiar los actos de los hombres. Esto se conoce como la Teoría de la Signaturas o llamada también la Teoría de las Señales y no es propia del ámbito andino, es más bien algo que se da manera mundial constituyendo parte de la antigua medicina e incluso de la actual medicina popular de muchos países. Esta teoría sostiene que las plantas, animales y minerales llevan sobre sí los signos que permiten conocer sus virtudes terapéuticas o propiedades mágicas. Tales cualidades estarían inscritas en el propio aspecto y del cual se inspirarían los hombres para organizar no sólo los conocimientos médicos o alimentarios, sino muchas veces a la sociedad en conjunto.
Como vimos entonces en el mito de Vichama, se apoyaron en las similitudes que encontraron entre naturaleza y la fisonomía humana para construir un rico sistema simbólico, con el cual se mantuvieron y se mantienen fuertes expresiones culturales de raigambre ancestral. Con el tiempo estas expresiones se tornaron más complejas. De esta manera, se observan en los antiguos huacos peruanos manifestaciones que ya son propias de cada cultura, por ejemplo, en la cultura Moche los alimentos se ven vivos, caminan, danzan, batallan. El maní toca la flauta y los pallares son guerreros.
Como vimos entonces en el mito de Vichama, se apoyaron en las similitudes que encontraron entre naturaleza y la fisonomía humana para construir un rico sistema simbólico, con el cual se mantuvieron y se mantienen fuertes expresiones culturales de raigambre ancestral. Con el tiempo estas expresiones se tornaron más complejas. De esta manera, se observan en los antiguos huacos peruanos manifestaciones que ya son propias de cada cultura, por ejemplo, en la cultura Moche los alimentos se ven vivos, caminan, danzan, batallan. El maní toca la flauta y los pallares son guerreros.
Pallar guerrero. Cultura Moche. |
Pallares guerreros. Cultura Moche. |
Como dijimos, las manifestaciones simbólico-
culturales de los alimentos fueron cambiando a través del tiempo. Hans
Horkheimer[5]
nos dice que en la época formativa de la agricultura, en la cual las actividades de caza, pesca y recolección
tenían todavía un rol importante en la producción de alimentos, las imágenes de
culto representaban animales totémicos como halcones, felinos y cóndores,
animales que no podían ser considerados como protectores de la agricultura. Por
el contrario, cuando el hombre hubo avanzado más en el conocimiento agrario y a
solucionar por sus propios méritos el tema de la subsistencia, las imágenes de
dioses se tornaron más humanas. En el contexto andino, los dioses ya no eran
entonces representaciones aisladas de la flora o la fauna local, sino que
adquirieron más universalidad y empezaron a humanizarse. “Ha sido creado según el modelo del hombre
orgulloso, que ha aprendido ya a desafiar a los inamistosos elementos animales,
meteorológicos y geográficos”.[6]
Según el libro de arqueólogo Elmo
León Canales[7],
hace más de siete mil años el territorio peruano sufrió un drástico cambio. Las
poblaciones acostumbradas a la caza y a la recolección observaron cómo los
pastos iban secándose y los animales migrando a otras partes en busca de alimento. El hombre
andino se vio impulsado a cambiar su forma de producción dando lugar a los
comienzos de una incipiente agricultura que posteriormente llegó a su máximo
esplendor con los Incas y a la asombrosa capacidad de manipular y comprender
las semillas. Se conoció casi a la perfección el funcionamiento de la tierra
agrícola y también el de las técnicas de preservación de alimentos como el secado,
fermentado, etc. Aun así, con todo este conocimiento técnico y,
hasta podríamos decir "científico" de la agricultura y del medio ambiente, la mentalidad y el sentimiento mágico-religioso
persistió. Esta religiosidad, considerada por Federico Kauffmann y Rafael
Karsten, como una de las más fervorosas del mundo, podría deberse, según estos autores, a los
constantes esfuerzos que tuvo que hacer el hombre peruano para procurarse el
alimento y adaptarse a su medio. Las lluvias se retrasaban, friajes y granizadas malograban los cultivos, otras veces la tierra daba magníficos frutos. Quien sea quien provocaba estas variantes condiciones ecológicas merecía por parte de los andinos un profundo respeto. Pues muchas veces no bastaba el gran trabajo físico llevado
a cabo, había algo más detrás de todas esas imponentes fuerzas meteorológicas, “…un
ente superior, un ser divino que debía ser honrado y al que había que tributar
rituales y ofrendas”.[8]
Parece justo pensar que cuando el hombre mantiene una relación con un medio geográfico duro, complicado, trabajoso, a cada manifestación ambiental se le otorgue un poder, una personalidad. Eso le pasó a nuestras antiguas culturas peruanas. Agricultura, mitos, biodiversidad, tecnología, arte, nacieron en gran parte de la necesidad de los alimentos y de los dioses que los proveían.
Antiguo poblador de la costa. |
Hombres cultivando. |
Parece justo pensar que cuando el hombre mantiene una relación con un medio geográfico duro, complicado, trabajoso, a cada manifestación ambiental se le otorgue un poder, una personalidad. Eso le pasó a nuestras antiguas culturas peruanas. Agricultura, mitos, biodiversidad, tecnología, arte, nacieron en gran parte de la necesidad de los alimentos y de los dioses que los proveían.
[1] Román Robles Mendoza. El mensaje de los mitos: Héroes fundadores y origen de los alimentos en
la memoria de los pueblos andinos. Revista de Antropología. Pág. 92.
[2] Ibíd. Pág. 115.
[3]
Pachacamac es hijo primogénito del Sol y hermano de Vichama.
[4] Toribio
Mejía Xesspe (1952).
[5] Alimentación y obtención de alimentos en el
Perú prehispánico. Instituto Nacional de Cultura del Perú. 2004.
[6] Ibíd.
Pág. 61.
[7] Orígenes
humanos en los Andes del Perú (Lima 2007).
[8] Federico
Kauffmann. Apu y Pachamama, supremos
dioses del antiguo Perú.
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